«Soy un soldado, peleo donde me dicen y gano donde peleo». Este verso suele vincularse al general estadounidense George S. Patton que combatió en un conflicto bélico que sumió a Europa en una de las crisis humanitarias más grandes de la historia, conflicto también conocido como Segunda Guerra Mundial.

Parte de este segmento de la historia está protagonizada por héroes y villanos, víctimas y verdugos que nos ayudan a desmigajar esta rocambolesca historia en innumerables relatos. Por lo que respecta a este tramo de la historia, el fútbol, pese a parecer irrelevante, ganó una fuerte presencia en Europa, aunque no del mismo modo en todos los países.

Dada la seriedad del conflicto, muchos países pararon los campeonatos ligueros para dar importancia al acontecimiento que lideraba y protagonizaba la vida de la población europea, desde tener presencia militar, hasta guardar luto.

Aun así, en diversos conflictos la pelota llegó a ser apaciguadora, como en la Primera Gran Guerra, durante la Navidad de 1914, cuando se negoció un alto el fuego para jugar varios partidos de fútbol, como ocurrió en Flandes entre alemanes e ingleses. La historia que hoy nos incumbe está relacionada directamente con una de las mejores películas con temática futbolera del siglo XX: “Evasión o Victoria”; ya que explica la verdad que esconde esta obra cinematográfica.

Cartel promocional del partido de la muerte.
Cartel promocional del partido de la muerte. Fuente: Taringa

El partido de la muerte

Aun así, la historia que nos concierne hoy, se conoce como «El partido de la muerte» ocurrió casi tres décadas más tarde, en Ucrania, que por aquel entonces estaba ocupada por el Tercer Reich. Fue concretamente en 1942, un año después de que Kiev, actual capital ucraniana, sufriera la conocida batalla que lleva su nombre, una prolongación de la Operación Barbarroja.

El plan de Hitler era invadir la Unión Soviética lo cual significó un duro golpe para las desprevenidas fuerzas soviéticas. En aquella misma nación nació el FC Start, que en ningún caso fue un grupo de liberación —quizás sí para muchos—, sino más bien un equipo conformado por futbolistas del Dinamo de Kiev y del Lokomotiv, que unieron sus fuerzas a pesar de ser rivales históricos.

Aquel modesto, pero a la vez excelso conjunto se gestó donde se amasan las historias que luego se hacen delicias para el oído; en un lugar tan humilde como una panadería. En ella se encontraba Mykola Trusevych, portero del Dinamo y barrendero de aquel humilde establecimiento, tras ser «rescatado» por Losif Kordik, hincha del equipo del conjunto blanquiazul.

Se desconocen si las motivaciones del conocido panadero eran filantrópicas o económicas, pero sabía que nadie podía reflotar a su equipo, prohibido por los nazis al haber sido un club controlado por el Estado. Y, por lo tanto, fue en su local donde se compuso una alineación que comprendía a ocho jugadores del Dinamo y a tres del Lokomotiv: El FC Start.

Alemanes a la izquierda y ucranianos a la derecha haciendo el salido nazi: “¡Heil Hitler!" antes del partido de la muerte.
Alemanes a la izquierda y ucranianos a la derecha haciendo el salido nazi: “¡Heil Hitler!" antes del partido de la muerte. Fuente: Taringa

Sería trepidante y revolucionario narrar cómo se desarrolló su primer partido con un resultado a favor de 7-2  ante el Rukh, sin apenas recursos deportivos ni anímicos para hacerlo. También lo sería enumerar todas aquellas estelas militares de húngaros o fuerzas invasoras que aplastaron, futbolísticamente hablando, durante sus primeros encuentros. Pero lo que marcó la diferencia ocurrió el día que hirieron el orgullo del conjunto más selecto de la Alemania nazi, el Flakelf, un equipo integrado por pilotos y soldados de élite alemana del Tercer Reich.

El FC Start humilló a sus rivales con un 5-1 que hirió la moral alemana. Ambas partes dilucidaron que aquello fue algo más que un partido y los alemanes se tomaron la revancha. El día 9 de agosto de 1942 -recuerden esta fecha- en el estadio Zenit, a las órdenes de un árbitro que, según la leyenda que envuelve esta heroica batalla, era miembro de las SS, se enfrentaron los jugadores del FC Start contra el Flakelf, en un encuentro que volvió a terminar con victoria de los ucranios por 5 a 3.

El periódico ucraniano Kyivska Pravda remarcó lo siguiente: «Los jugadores saltaron al terreno con el mismo espíritu con el que se participa en una acción de guerra. Decenas de miles de personas fueron testigos de la humillación alemana y del triunfo de nuestros atletas».

Oleksey Klimenko, jugador del FC Start, regateando en el àrea del Flakelf en el partido de la muerte.
Oleksey Klimenko, jugador del FC Start, regateando en el àrea del Flakelf en el partido de la muerte. Fuente: Taringa

Pese a que los jugadores del FC Start fueron advertidos que si lograban derrotar a los alemanes en el encuentro serían ejecutados, los ucranianos salieron a por todas y lograron ganar el partido. Así pues, el Partido de la Muerte tuvo funestas consecuencias.

Diversas fuentes dicen que todos los jugadores del FC Start fueron fusilados después del partido, otras que jugaron un partido más y los dejaron marchar, y otras, la mayoría y más fundadas, que el Start jugó un partido más y las autoridades alemanas, molestas por la inyección de moral que para la población local suponían sus victorias, terminaron por disolver el equipo y enviar a algunos de sus componentes a campos de concentración.

Uno de los componentes del FC Start, Mykola Korotkykh, murió a consecuencia de las torturas a que fue sometido durante el interrogatorio posterior a su detención.

Una vez expulsados los alemanes, las autoridades soviéticas cambiaron de nombre al estadio Zenit, llamándolo estadio Start en honor al equipo y en sus inmediaciones se levantó un monumento en honor a los jugadores que, pese a unas consecuencias que iban mucho más allá de dejar de ingresar una prima, no permitieron la humillación de dejarse vencer.

Como escribió una vez George Orwell en su famosa novela, 1984, “la historia la escriben los ganadores”, pero, aunque me cueste opugnar y refutar las palabras de uno de mis referentes periodísticos, a veces no hace falta ganar para hacer historia.


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