Hay una fina línea que divide el éxito del fracaso y, durante toda la historia, han sido muchos los que han deambulado entre estos dos sectores. Es tan fácil cruzar esta fina línea que muchos futbolistas han visto como, en cuestión de partidos, han pasado de ser leyendas e ídolos de la afición a jugadores mediocres y sin confianza. Muchísimos casos verifican esta teoría, pero hay uno muy especial. Este es el caso de Hugo Sotil, mítico delantero peruano, que vió cómo las normas respecto a los extranjeros en territorio español y los malos hábitos, acabaron con su carrera.

Sotil era un futbolista diferente, carismático y con un toque exquisito de balón. Como muchísimos mitos del barcelonismo lucia el número 10, pero aun así, siempre será recordado por la celebración correspondiente a la liga conseguida en El Molinón, después de 14 años de sequía liguera. El “mamita campeonamos” forma parte de la historia del club de la ciudad Condal. Esta expresión, propia de la zona de los Andes, la soltó cuando llamó a su familia después de ganar el campeonato y su compañero de habitación, Quique Costas, no tardó ni un minuto en propagar su mensaje.

Aquel Barça, liderado por Johan Cruyff, será eternamente recordado, no por ganar únicamente aquella liga, sino por su fútbol de autor y, sobre todo, por su exhibición en el Bernabéu. En aquella exhibición blaugrana, el peruano marcó el quinto gol, de cabeza, para poner la guinda en el pastel de una noche inolvidable.

El inicio del fin:

En Barcelona, Sotil vivió el mejor capítulo de su vida pero también momentos muy duros. En cuestión de meses juntó el inicio de su estrellato con el final de este, con su respectivo declive personal y profesional. Después de un año maravilloso, el Barça fichó a Johan Neeskens, mano derecha de Johan Cruyff, y Sotil vio como después de una temporada excelsa en Barcelona, quedaba apartado de los terrenos de juego. Por aquel entonces solo se permitían dos extranjeros por equipo. En ese año solo jugó algunos amistosos. Tenía mucho tiempo libre, demasiado, y fue un asiduo de la noche barcelonesa y la bebida. Si rápido fue su ascenso a la gloria, más vertiginosa fue la caída a los infiernos.

Sotil formó parte de la mejor generación de futbolistas peruanos de toda la historia, campeones de América en 1975 y cuartofinalistas en los Mundiales de 1974 y 1978. Después, su vida cambio radicalmente, ya que malvivía gracias a limosnas y actos de homenaje. Como explica en varias entrevistas, durante su infancia trabajó como limpiador de zapatos, vendiendo palomitas de trigo y cargando sacos de 80 kilos en una fábrica de café. Y pese a haber sido uno de los mejores futbolistas peruanos de la historia, su suerte no cambió y condujo un taxi en una vida muy alejada de los lujos del pasado.

Aunque por culpa de Cruyff, tuvo que dejar los terrenos de juego en Barcelona, su amistad con el holandés fue eterna y su amor por el Barcelona incalculable.

El futbol siempre ha sido y será un negocio, pero eso no tiene por qué impedir que nos emocionemos con él. Siempre habrá futbolistas que no harán honor a las expectativas que tenían puestas los aficionados en él, pero no olvidéis que, si os hizo emocionar una vez en el terreno de juego, puede hacerlo otra.