Jamás fui uno de esos niños que acudía al Santiago Bernabéu cada semana. Los colores con los que sellaron mi rostro mi abuelo y mi padre dieron como resultado lo que soy. Cada año, desde una temprana edad, algún familiar con ganas de ver cómo le brillan los ojos al pequeño de la familia compraba entradas para algún partido del Real Madrid. Ya podía ser contra el peor equipo de La Liga o contra algún 2ªB en Copa que lo recordaría con el mismo entusiasmo con el que lo viviría en el campo, preguntando por un nuevo regreso cuando todavía caminábamos de vuelta por el Paseo de la Castellana. 

En una de aquellas ocasiones, ya no tan niño pero acompañado de mi padre, conseguimos hacernos con unas entradas a buen precio en una de las primeras filas del fondo norte. Mientras esperábamos el calentamiento de los jugadores del Granada -eran los que lo realizarían en nuestra portería- para enfrentar aquel partido liguero, se palpaba un aura especial con un magnetismo mágico por el que la gente comenzó a gritar. Era el mismísimo Roberto Carlos caminando por nuestras escaleras. Aunque actualmente sus capacidades fueran las de un jugador de partido de solteros contra casados, seguía emitiendo una especie de atracción que camuflaba totalmente lo que es: una persona normal.

Mi reacción fue la del público en general, aunque más llamativa porque los abonados estaban más que acostumbrados a este tipo de escenas cada semana. Para un aficionado de a pie que ha vivido más por la tele -y con suerte algún encuentro en los anfiteatros más elevados- era algo inolvidable. Como el que vive guerras o celebraciones, los abonados tenían la exclusividad de relatar como testigos directos cualquier suceso importante ocurrido alrededor de ese césped. En el catálogo de los acontecimientos que contar, seguramente hallaríamos los pitos a los que hoy son leyendas como Roberto Carlos. Años después besan por donde pisa el brasileño.

El futuro de Marcelo

La situación de Roberto Carlos y de otras tantas leyendas del Real Madrid es extrapolable al día de hoy. De hecho, la comparativa con su compatriota es casi obligatoria. Marcelo Vieira vive una situación similar sin el condicionante de salir al césped y escuchar los silbidos de los tuyos, a los que has brindado tus mejores años y con los que has reído, cantado y celebrado de la mano.

El rendimiento de Marcelo ha caído en picado a medida que pasan los años. Es lógico pero inasumible en un Bernabéu que aplaude la inmediatez. Ciertas reacciones del feudo no son parte de la exigencia requerida en el Real Madrid, más bien incoherencia con tus propios soldados. La banda izquierda del Real Madrid ha sido un solar hasta las incorporaciones de Ferland Mendy y David Alaba.

Cada partido de Marcelo Vieira era y es un puñal que se clavaba a sí mismo en su leyenda amargando el recuerdo de uno de los mejores laterales de la historia del fútbol. El Real Madrid o el propio Marcelo han estirado el chicle más de la cuenta, quizá esperando una reconversión de última hora a extremo o interior que no llega porque su caso trasciende de lo táctico.

Duele ver como uno de los futbolistas más divertidos de los últimos tiempos pone en jaque su legado con la estancia por más noches de las debidas en la Casa Blanca. Y no es culpa de Marcelo, es de la maldita evolución natural del fútbol y de la vida, que da paso a mirlos como Miguel Gutiérrez desterrando por completo del puesto de suplente a un futbolista mitológico. Quien sabe si, con la permanencia de Marcelo, el canterano se ve obligado a realizar el erasmus casi protocolario de todos los jóvenes prometedores que aspiran a jugar en el Bernabéu.

Para añadir más leña al fuego, Florentino Pérez confirmó a José Ramón de la Morena que Marcelo será el primer capitán del Real Madrid. Un lugar en el tablero con más iluminación de la que necesita el brasileño y que aumentará las responsabilidades sobre un futbolista incapaz de sobreponerse al paso del tiempo como algunos de sus compañeros de vestuario, lo cual es un halago a los Modrić más que un ataque a los Marcelo. Sobrevivir es el nuevo lema del Real Madrid tras la pandemia, cuya renovación y mantenimiento de futbolistas útiles pero sin nivel para el primer equipo está a la orden del día.

No es necesaria una máquina del tiempo para vislumbrar que de repetirse la escena que viví aquel día pero con Marcelo sustituyendo a Roberto, las reacciones serían similares. La leyenda es alargada y en las fotos más memorables del club estará él dando aquel pase de la muerte a Cristiano Ronaldo o anotando contra el Atlético de Madrid en la prórroga que determinarán el recuerdo que guardará el Bernabéu, aunque cada vez que se vista de blanco y juegue para el Real Madrid continúe clavando una daga en cada una de las fotos que ha dejado para el mundo del fútbol.


Síguenos en nuestras redes sociales para estar al día de la actualidad del Círculo Central.