«Necesitamos convertir a los incrédulos en creyentes». Jürgen Klopp.

Todo el Liverpool enfermó cuando lo hizo la rodilla de Virgil Van Dijk. Aquel equipo, donde las sonrisas afloraban en cualquiera de los minutos que recorre el reloj de un partido de fútbol, se ha desfigurado. Las presiones fallidas, una pierna que por no estirarla unos centímetros más casi roba un balón… todo era símbolo de alegría y así lo marcaban los rostros de los futbolistas de Jürgen Klopp. Sonrisas que representaban el éxito de un método que nació en Mainz, conquistó Dortmund y rozó el esplendor en Liverpool. 

Lo que la temporada pasada era felicidad, hoy se convierte en frustración. Las presiones del Liverpool se han vuelto tediosas y aquellos metros donde el futbolista red encontraba el sentido de su éxito se han transformado en kilómetros de sangre y desilusión sabiendo que no llegar es más posible que robar. El conjunto que, a los amantes del genpressing, nos emocionó ha desembocado en un torbellino que se lleva a su paso todo lo que toca. 

Jürgen Klopp abrazado a Salah y Van Dijk entre otros jugadores después de la remontada frente al FC Barcelona en Champions. Fuente: El País
Jürgen Klopp abrazado a Salah y Van Dijk entre otros jugadores después de la remontada frente al FC Barcelona en Champions. Fuente: El País

Un Liverpool consecuencia de poner parches sobre parches, ha terminado descomponiéndose mental y estructuralmente a la vez que deja de creer en lo que le hizo campeón. Saben que detrás no están esos futbolistas insignia que aparecen en la foto con el trofeo de la Premier League, sino más bien, caras nuevas y antagónicas. Hasta el rostro más brillante de todos se ha oscurecido con la sucesión de los meses, fruto de la desesperación de ajustar y desajustar. Todas las consecuencias de la impredecible entrada de Pickford se han vertido sobre el falso responsable de lo incontrolable: el entrenador. 

Jürgen Klopp ha sido víctima de la sociedad de la cúspide y el abismo. Un humano vestido de mito como el alemán no tiene derecho a fallar. El alemán lleva vistiendo y desvistiendo al Liverpool a base de las prendas de ropa que se le van rompiendo, y saliendo con su mejor gala semana tras semana. Para muchos, este relato es insuficiente para justificar que el Liverpool haya pasado de ser el equipo que barrió la Premier League y reconquistó Europa a optar a entrar en Champions League durante esta temporada.

«Un diagnóstico de una enfermedad larga y degenerativa en 90 minutos que no explica los motivos, únicamente las consecuencias».

El contexto da igual, siempre y cuando nuestro tuit ventajista se corresponda con la realidad palpable que unifica a todos los aficionados de la Copa de Europa, como si no existiera nada más allá de lo que nuestros ojos perciben. Un diagnóstico de una enfermedad larga y degenerativa en 90 minutos que no explica los motivos, únicamente las consecuencias. El tratamiento de ciertos aficionados es como ir a una consulta y que te digan que te vas a morir sin recibir las causas. Solo el desenlace. 

El fútbol padece de amnesia. Es algo tan evidente como denunciable. La inmediatez del éxito y el aplauso al que sale victorioso dura hasta que el calendario marque la siguiente ronda de Champions League. Si es superado, aunque su trabajo sea bueno como fue el de Klopp en el Alfredo Di Stéfano hace unos días, nada importa.

No importa que tu equipo sea el campeón de la Premier League o que haya ostentado la antorcha del mejor equipo del mundo durante varios meses. No importa que la introducción de Naby Keita responda a las demandas de muchos aficionados que lanzaban escupitajos sobre el fútbol de Thiago, alegando que perjudicaba al equipo amasando tanto el balón. Es indiferente. El abismo no entiende de títulos ni de memoria y ese es el lugar donde reside Jürgen Klopp, hasta que demuestre que puede gozar de unos minutos de aplausos con su próximo éxito.

La temporada del Liverpool es decepcionante, sí, pero responde a una serie de factores externos que han ahogado el fútbol red, al cual no se le puede acusar de inmovilismo con incorporaciones como la del propio Thiago, en busca de nuevos horizontes que explorar. El guion de la temporada del Liverpool, sus personajes y su director eran idóneos para continuar recogiendo los frutos de todo el trabajo anterior.

Los factores externos como la pandemia y el apretado calendario moldearon la actuación del Liverpool, desmembrada por la naturaleza de su fútbol físico y extremo. No es Klopp el responsable, pero sí el señalado. Todos los entrenadores del mundo, a vista del discurso mediático, son el principio y el fin de los problemas del club.

La Copa de Europa es la competición que consigue desnudar a los equipos. Al Liverpool de Klopp le han sonrojado varias veces durante la temporada y en competición europea no iba a resultar menos. Un Real Madrid con severas bajas, pero con una plantilla más versátil, consiguió formar un armazón con el que descoser las presiones del Liverpool, núcleo de su fútbol, y trasladar a Jürgen Klopp hasta el dichoso abismo.

El Liverpool tuvo un tramo de optimismo que recordó al equipo sin desnaturalizar y al que agarrarse en Anfield. La pizarra del “alineador” Zidane resultó ser un martillo que aplastó de forma flagrante el rock & roll de Jürgen Klopp. Dos técnicos que podrían mantener una conversación viéndose reflejado el uno en el otro en demasiados aspectos acerca del trato que reciben por parte del discurso mediático. 

El partido, en la previa, se veía apoderado por la nostalgia de dos equipos que fueron lo que ya no son. Un Real Madrid – Liverpool siempre resulta atractivo por nombres y, en este caso, por futbolistas pero no por dinámicas de ambos. El Real Madrid llegaba con una base muy sólida mostrada ante Atalanta y sucesivos rivales en liga. Mientras, el Liverpool aterrizaba en Madrid con los mismos problemas que lleva acarreando toda la temporada.

Una falta de contexto motivada por los dos nombres que se enfrentaban, podía ser superada por los futbolistas de época con los que cuentan los reds. Siendo así lógico que no ocurriese teniendo en cuenta las dinámicas que ambos venían arrastrando en los últimos meses. Y no ocurrió. 

Jürgen Klopp lanza su última bala para ganar un título en una temporada que, salvo sorpresa, es mala en clave Liverpool. Eso sí, como el alemán consiga arrojar una manta sobre las carencias de su equipo, hacer pesar el silencio atronador de Anfield y pasar la eliminatoria veremos portadas llenas de elogios sin rectificaciones. Un símbolo de la amnesia del fútbol, que como ocurre en partidos anteriores, se olvida de los tuits estériles fundamentados en los números que señala el marcador al final del partido. 

Klopp está tan cerca de volver al edén de los entrenadores para muchos como de seguir cayendo al vacío. En un fútbol de blancos o negros no importa como de bajo caigas, sino las oportunidades que te queden. Cuando el juego llega a su fin el fútbol resetea su memoria y vuelve a girar tu bolita en los bombos de la Champions, quedando así en vano tu éxito o traspiés. El alemán está a tiempo y es capaz de obrar el milagro para “volver a convertir a los incrédulos en creyentes’’


Síguenos en nuestras redes sociales para estar al día de la actualidad del Círculo Central.