La profesión de los futbolistas es una de las más analizadas del mundo. Eso implica que cualquier aspecto de su vida es investigado y llevado a debate público. Este hecho ha provocado que muchos de ellos hayan decidido guardar silencio social sobre muchos temas por miedo y pereza a ser criticados, puestos a opinión y ser divididos entre la gente que no entiende que ellos también tengan derecho a opinar sobre la sociedad.
Ante esto, hay gente que les reclama su opinión sobre temas sociales y públicos con insistencia. Los medios de comunicación también les piden declaraciones en los mismos términos para, simplemente, saber que piensa tal persona sobre tal tema. Para luego, o criticarlo o elogiarlo. Así funciona. Los futbolistas, muchos de ellos, son conscientes y evitan entrar en cualquier conflicto discursivo y se dedican a vivir su lujosa vida. No quieren que sus palabras tachen lo mejor que saben hacer que es competir. Mientras puedan competir seguirán siendo idolatrados por mucha gente, pero si hablan y se equivocan pueden caer de la cima y salir de la rueda. Cuando hablan porque hablan y cuando no lo hacen porque no lo hacen. Es la incoherencia de la sociedad.
«Mientras puedan competir seguirán siendo idolatrados por mucha gente, pero si hablan y se equivocan pueden caer de la cima y salir de la rueda»
¿Por qué, entonces, es tan importante la opinión de los futbolistas en ciertos temas, si son prejuzgados como desconocedores de la mayoría de conocimientos básicos de la sociedad como la política, la tecnología, la ciencia e incluso la cultura?; ¿Por qué tanta repercusión cuando hablan?; ¿Y por qué tanta crítica cuando lo hacen? No tiene sentido. Como tampoco lo tiene prejuzgar sus conocimientos sociales. ¿Por qué hablar si van a usar mis palabras como quieran?, deben pensar los futbolistas.
La respuesta es que estamos inmersos en una sociedad de reacción. En una sociedad donde lo que importa es quién lanza el mensaje y no cual es el mensaje lanzado. Y eso nunca puede ser bueno. No puede ser bueno porque cada uno es especialista y conocedor de uno o varios ámbitos, pero nunca de todos. La opinión de todos siempre tiene que ser respetada, pero no se puede crear una expectativa o una burbuja de la opinión de una sola persona.
«Estamos inmersos en una sociedad de reacción. En una sociedad donde lo que importa es quién lanza el mensaje y no cual es el mensaje lanzado»
La idolatración y el fanatismo deportivo son dos conceptos que ayudan a entender porque los futbolistas se ven, incluso obligados, a lanzar mensajes sociales de concienciación, de denuncias, de ONG’s y, en estos tiempos, de lucha contra la pandemia del coronavirus. El motivo de sus mensajes no es, en la mayoría de casos, de conocimiento sobre el aspecto mencionado, sino de compromiso con la sociedad. Y no es ninguna crítica hacia ellos. Es más, les ensalza. Los futbolistas de élite tienen un micrófono social muy grande, y su mensaje puede llegar a mucha gente. El problema, precisamente, es la gente que solo confía, obedece, hace caso y se ciñe a algo cuando el mensaje es lanzado por su futbolista destacado y no por un conocedor y experto del tema.
Los futbolistas tienen derecho a vivir su vida y lanzar los mensajes que crean oportunos como cualquier ciudadano más. Sin que su opinión sobre un tema tenga que tener más o menos importancia y repercusión que la opinión de cualquier otra persona. Tienen derecho a tener una libre opinión. Son deportistas, nada más. Tienen que disfrutar y hacernos disfrutar del deporte sin importar su mensaje discursivo.
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