Roma, ciudad eterna y futbolera como pocas ha habido, vive dividida entre dos facciones: la giallorossa y la celeste. Pocas enemistades más feroces conoce el mundo del fútbol como la que reina en la capital italiana. Teniendo que lidiar con la presión que supone ser el equipo de la capital, y ensombrecidos por los equipos norteños, Roma y Lazio crecieron desde su acérrima rivalidad en un mismo hogar, el Estadio Olímpico de Roma. Tuvieron épocas de grandes éxitos como Los pistoleros laciales o La Roma ochentera. Tuvieron también ídolos locales como Giorgio Chinaglia o Di Bartolomei, pero nunca ambos habían reinado en el Calcio como lo hicieron entre finales del SXX y principios del XXI.

Dos viejos sabios

Dos mitos de los banquillos empezarían su andadura en la ciudad romana hasta consagrar ambos clubes en la cima del fútbol italiano. Sven-Göran Eriksson y Fabio Capello habían alcanzado el cenit con anterioridad. El primero ganó una Copa de la UEFA con el modesto Göteborg sueco; mientras Capello se había hecho con las riendas del Milan post Sachi, logrando ganar la Copa de Europa de 1994 ante el Barcelona. Pero nada es comparable a ganar en Roma, un sitio en el que tantos han caído y tan pocos han salido vencedores.

En una ciudad enferma de fútbol, donde en la radio se habla doce horas de la Lazio para proseguir con doce horas más de la Roma. Ganar en Roma sabe distinto, y ambos técnicos lo consiguieron de forma consecutiva en las temporadas 2000 y 2001.

Fabio Capello y Sven Goran Eriksson en un congreso para celebrar el 150 aniversario de la FA. 
Fuente: Ian Walton/Getty Images Europe
Fabio Capello y Sven Goran Eriksson en un congreso para celebrar el 150 aniversario de la FA. Fuente: Ian Walton/Getty Images Europe

Un giro de 180 grados

Para comprender ambos títulos ligueros nos tenemos que remontar al verano anterior a la consecución del título. Por aquel entonces, la Serie A todavía mantenía su estatus como la mejor liga del panorama europeo -lo perdería en cuestión de años a favor de la Premier y La Liga-. Este hecho permitió a ambos conjuntos incorporar grandes estrellas en los veranos del 99 y 00.

La Lazio venía de vencer al Mallorca en la extinta Recopa del 99, pero su presidente, Sergio Cragnotti, no había saciado aún su hambre de títulos. Aquel verano incorporaría en sus filas a dos mediocampistas argentinos de la máxima élite europea: Diego Pablo Simeone y Juan Sebastián Verón. Conocidos popularmente como «Cholo» y «La Bruja» se harían con un sitio en el once inicial del cuadro lacial.

Muy diferente había sido para los romanistas la temporada 1999-2000, un discreto sexto puesto en la tabla clasificatoria, había dejado claro que aquel equipo le faltaba gol. Ni corto ni perezoso, su presidente, Francesco Sensi, se fue al mercado en busca de un nueve puro. Pero a Sensi no le valía cualquier nueve, él quería al mejor, al delantero de moda del fútbol italiano.

Ese delantero no era ni más ni menos que, Don Gabriel Batistuta, autor de 23 tantos en la temporada anterior. Batistuta había sido la referencia ofensiva del la Fiorentina a lo largo de la década de los 90, un icono de la ciudad toscana al que solo le hacía falta que el balón cayera en el área para “enchufarlo” en la portería rival. Nada más lejos de la realidad, «Batigol» alcanzaría en aquella temporada las 20 dianas para llevar el Scudetto de vuelta a la ciudad romana.

Los líderes de Roma y Lazio

Sin embargo, aquellos dos títulos ligueros que encadenó la ciudad romanista, no se pueden entender sin sus dos excelsas plantillas. Empezando por los capitanes. Dos jugadores carismáticos como pocos, con unas dotes de liderazgo envidiables, líderes del equipo e insignia del club. Il capitano Francesco Totti en la Roma y Alessando Nesta en la Lazio. Dos mitos del Calcio de principios de siglo, dos almas opuestas que representaban a la perfección la antítesis entre los celestes y los giallorossos.

El primero era un ‘diez’ capacitado para anotar, asistir o lo que es lo mismo, mejorar cada acción ofensiva que pasaba por sus pies. El segundo un férreo zaguero de los de toda la vida, de los cuales su oficio se basa en defender y evitar cualquier acción de gol. Nesta disfrutaba sufriendo y haciéndose fuerte en la frontal del área, tanto o más que Totti celebrando goles.

Nesta y Totti realizando el sorteo de campo previo a un derbi entre la Lazio y la Roma.
Nesta y Totti realizando el sorteo de campo previo a un derbi entre la Lazio y la Roma. Fuente: Twitter @classicshirts

Pero como en todos los equipos ganadores, hay jugadores que emergen como figuras claves sin los cuales no se puede comprender el triunfo. Por un lado, Capello contaba con Cafú, un excelso carrilero diestro con un portento físico envidiable, capacitado para poner el centro en el punto de penal. Era un jugador sistema, que obligaba a la Roma a atacar por el flanco diestro a sabiendas de la superioridad con la que contaban. Un tren de mercancías que arrollaba con todo lo que se le ponía enfrente.

Por otro lado, Eriksson y la Lazio no se quedaban atrás. En sus filas contaban con el «León de Praga», apodado así por sus melenas rubias y su origen checo, Pavel Nedved. Fue uno de los mejores enganches de principios de siglo. Su carácter frío chocaba con el ardor que desprendía la grada lacial tras cada una de sus asistencias de gol. Un jugador de ensueño, estético y bonito de ver, que terminaría siendo recompensado con el Balón de Oro de 2003.

Más que estrellas

Aquellos dos equipos no contaban únicamente con un líder y una estrella. Eran equipos globales que dominaban varios registros, y tenían en su haber amplias plantillas llenas de talento. Para el cuadro giallorosso esperaban en la banca dos figuras como Nakata o Montella, pura dinamita desde el banquillo. El mediapunta y delantero, respectivamente, eran capaces de cambiar por completo la dinámica del partido entrando en el minuto 60.

En el aspecto defensivo aquel conjunto romanista destacaba por su solidez. Formaba con una línea de tres liderada por Walter Samuel y sus acompañantes Zago y Zebina. A ellos se les sumaba un doble pivote conformado por Tomassi y Zanetti, dos especialistas del arte de defender. Aquel equipo volaba por los costados con Cafú y Candela, dos carrileros largos que pisaban línea de fondo. Capello construyó un equipo muy equilibrado que conseguía dominar tanto la fase ofensiva (68 GF) como la defensiva (33 GC).

Foto de equipo previa a la disputa de un partido amistoso Roma vs AEK Atenas, 24 de agosto del 2000. Fuente: La Gazzeta dello Sport
Foto de equipo previa a la disputa de un partido amistoso Roma vs AEK Atenas, 24 de agosto del 2000. Fuente: La Gazzeta dello Sport

En el otro equipo de la ciudad, los biancocelesti poseían en sus filas un arma letal: Siniša Mihajlović. Un central con alma de mediocampista. Uno de los mejores jugadores históricamente ejecutando acciones a balón parado, capacitado tanto para anotar goles de extrema belleza como de poner el balón en la cabeza del rematador. Sin embargo, una de las claves principales del título lacial se encontraba en la composición del equipo.

Aquella Lazio contaba con una profundidad de plantilla pocas veces vista en el Calcio, Eriksson disponía de una multitud de recursos de medio campo para arriba. En la medular, aparte de los ya mencionados Nedved, Simeone o Verón, se les sumaban jugadores de la clase de Almeyda, Sérgio Conceição o Dejan Stanković. Tampoco andaban cortos en la parcela ofensiva. A los delanteros titulares Marcelo Salas (12G) y Alen Bokšić (4G) se les unía Simone Inzaghi, Roberto Mancini o Fabrizio Ravanelli. El 4-1-3-2 que disponía Eriksson sobre el terreno de juego permitía aglutinar todo el talento ofensivo con el que contaba la escuadra lacial.

Salida al campo de los jugadores de la Lazio para la disputa de un partido de la temporada 1999-2000. Fuente: Panenka
Salida al campo de los jugadores de la Lazio para la disputa de un partido de la temporada 1999-2000. Fuente: Panenka

Finales de infarto

Aun así, la consecución del título no fue tarea fácil para ninguno de los dos equipos. Ambos finales de liga tuvieron tintes de arte dramático, momentos en los que parecía todo perdido y otros en los que se fallaba en la instancia final. No obstante, ambos dramas tuvieron un final feliz para la alegría de los seguidores biancocelesti y giallorosso.

Las águilas de Erikson, como era conocido popularmente aquel equipo, se plantó en la última jornada del campeonato liguero dos puntos por detrás de la Juventus de Turín. Ambos encuentros debían disputarse en el mismo horario, pero una lluvia torrencial en la ciudad de Perugia obligó a retrasar el inicio del partido de la Vecchia Signora. La Lazio hizo los deberes y venció por 3-0 a la Reggina. En cambio, la Juve, con toda la presión a sus espaldas y conocedores del resultado que se había dado en el otro partido, terminaría perdiendo por 1-0 ante un Perugia que no se jugaba nada. Así pues, las águilas volverían a reinar en el país transalpino veintiséis años después.

Los romanistas por su parte vivieron un final de liga un tanto más plácido, pero no por ello sencillo. A siete jornadas para el final y con seis puntos de ventaja la Roma visitaba a la Juve, segunda clasificada por aquel entonces. Los turineses pondrían una renta de dos goles al marcador al descanso, pero unos revolucionarios Nakata y Montella lograrían empatar y salir de Turín manteniendo la distancia a seis puntos.

Ya acariciando el título con la yema de los dedos, la Roma viajaba a San Paolo para confirmar el alirón. A diez minutos para el final, los giallorossos eran campeones de forma matemática, pero un gol tardío de los napolitanos hizo aplazar las celebraciones hasta la última jornada.

Inclusive, en la última jornada con la Roma venciendo de forma cómoda por 3-1 al Parma, una invasión de los tifosi a cinco minutos para el final hizo aplazar por unos minutos la consecución del título. Para los giallorosso el título siempre estuvo a tocar, pero la cosecha tuvo que demorarse hasta el último minuto del último partido de liga. Una agonía que se desenfundó en alegría una vez el colegiado pitó el final.

Francesco Totti celebrando un gol en el Estadio Olímpico de Roma junto a Batistuta, Montella y Candela. Fuente: Panenka
Francesco Totti celebrando un gol en el Estadio Olímpico de Roma junto a Batistuta, Montella y Candela. Fuente: Panenka

Roma y Lazio. Lazio y Roma. Dos equipos rivales que comparten ciudad y estadio con dos historias distintas y un final a la par. Tan cercanos en el tiempo y tan dispares entre ellos, los giallorosso y los blancocelesti se odian como perro y gato, pero compartieron por un tiempo el sentimiento de victoria. Aquellos dos equipos trajeron de forma consecutiva la gloria y el honor a la ciudad romana, dos títulos de liga llenos de emotividad que desde entonces no se han vuelto a repetir.



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