El día 1 de marzo de 1981 el Barça ganó 6-0 al Hércules en el Camp Nou en el que a priori era un partido más, pero lo que sucedió después convirtió dicho encuentro en algo extraordinario en la historia del fútbol. Enrique Castro González ‘Quini’, la gran estrella de ese Barcelona, había marcado dos goles esa noche, algo a lo que tenía habituados a los aficionados españoles, pues se trata de uno de los mejores delanteros nacidos en nuestro país. Lo que no fue tan corriente fue lo que sucedió después del encuentro.
El secuestro
El ariete de 31 años, que disputaba su primera temporada como blaugrana después de abandonar el club de sus amores, el Sporting de Gijón, fue secuestrado a punta de pistola en una gasolinera cuando se dirigía al aeropuerto del Prat a recoger a su mujer. Los secuestradores lo metieron en un coche para más tarde cambiarlo a una furgoneta. Pero, ¿quiénes eran? ¿ETA? ¿Algún grupo terrorista de ultraderecha? No se sabía absolutamente nada.

El día que fue liberado, junto al presidente culé Núñez. Fuente: Marca
Todo cambió cuando la policía recibió la primera llamada de los delincuentes, que pedían un rescate económico. Rápidamente se descartó que fuera una banda organizada, pues el interlocutor no parecía nada profesional. Cuando llamaba o hablaba con la mujer de Quini permanecía mucho tiempo al teléfono sin preocuparse de un posible rastreo. Se intercambiaron un total de 21 llamadas entre los secuestradores y la familia de Quini en busca de un acuerdo por el rescate. El precio a pagar eran 350 millones de pesetas (2,1 millones de euros) o la vida del ‘Brujo’, como también se conocía al futbolista, corría peligro.
Fue entonces cuando el vicepresidente de la entidad azulgrana, Nicolau Casaus, se personó en Ginebra para supervisar el pago. El Barcelona realizó un pago de 100 millones de pesetas en una sucursal bancaria de Credit Suisse en Ginebra. De esa forma consiguieron el nombre del secuestrador, gracias al levantamiento del secreto bancario acordado entre la policía de España y la de Suiza, y pudieron llegar al sitio donde mantenían retenido a Quini.
Nada menos que 25 días tuvieron al jugador culé secuestrado hasta que el gran misterio que mantenía en vilo a España se resolvió. El nombre del secuestrador llevó a la policía hasta la calle Jerónimo Vicente de Zaragoza, más concretamente a la parte subterránea de un taller, dónde se encontraba el zulo de 3,5×2,5 metros en el que ‘El Brujo’ pasó prácticamente un mes.

Zulo en el que estuvo retenido 'El Brujo'. Fuente: El Periódico
Los secuestradores, dos mecánicos y un electricista en apuros, no eran profesionales. Ni siquiera delincuentes, solo tres jóvenes con problemas económicos a los que se les ocurrió una fatídica idea. Sus nombres: Víctor Manuel Díaz Esteban, Fernando Martín Pellejero y José Eduardo Sandino Téjela. Quini dijo de ellos que eran “buena gente” y que se alimentaba a base de bocadillos del bar de enfrente. De hecho, rechazó una indemnización de cinco millones de pesetas. Años más tarde, incluso se reunió con uno de ellos después que hubieran cumplido los 10 años de condena a los que les sentenciaron.
«El secuestro es una anécdota para ellos y para mí. Me gustaría poder hablar con mis secuestradores»
Enrique Castro González, ‘Quini’
La Liga
Mientras todo esto sucedía, La Liga no se detuvo, y el cuadro blaugrana no pudo reponerse del golpe y se desenganchó de la carrera por el título. El equipo entrenado por Helenio Herrera, que estaba a únicamente a dos puntos del líder, el Atlético de Madrid, perdió en el Calderón 1-0 para después volver a caer en Salamanca y finalmente empatar contra el Zaragoza. A pesar de ello, el gran Quini terminó con 20 goles y consiguiendo su cuarto Pichichi de los cinco que terminaría ganando. También marcó un doblete en la final de Copa del Rey que los blaugranas consiguieron, precisamente, contra su amado Sporting de Gijón.

Bernhard Schuster y Quini con el título de Copa del Rey de la temporada 81-82. Fuente: La Voz de Asturias
Para acabar, Quini, del que se decía que era una gran ser humano lleno de bondad, dijo que el secuestro le sirvió “para demostrarme, a mí y a toda mi familia, lo mucho que la gente nos quería y el lugar tan fantástico en el que nos encontrábamos, lo bien que habíamos hecho en irnos a vivir a esa maravillosa ciudad. Fueron cuatro años exquisitos. Inolvidables.”
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